Una nueva edición de la Cumbre de las Américas abrirá paso esta semana a otra etapa en la relación hemisférica con el debut de Cuba en este tipo de encuentros y la esperada “interacción” entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro.
La cumbre empezará el viernes en Ciudad de Panamá. Además de lo que depare el deshielo de las relaciones entre La Habana y Washington, la mirada estará puesta también en la escalada con Venezuela, cuyo presidente, Nicolás Maduro, piensa sacar el máximo rédito político, pero en sentido contrario. Esto es: cargando contra Estados Unidos, a partir de las sanciones que Washington le aplicó por violaciones de los derechos humanos.
Asistirán casi todos los presidentes y jefes de gobierno de los 35 países de la región. Entre ellos estará Cristina Kirchner.
Por lo menos dos mandatarios pusieron en duda su presencia. Michelle Bachelet, de Chile, por la emergencia generada a partir de las inundaciones, y el ecuatoriano Rafael Correa, que adujo razones “ideológicas”, como gesto de protesta por las citadas sanciones a Venezuela. “Podría no ir”, deslizó su canciller, Ricardo Patiño.
Con su rutina habitual de tensiones y el infaltable folklore sobre si “Obama se pone o no una guayabera” (prenda que suele convertirse en poco menos que un uniforme en estos encuentros), se descarta que el grueso de la atención será para el debut del régimen cubano en estos encuentros.
Los presidentes suelen reservar estas reuniones regionales para mantener diálogos de partes o bilaterales con sus colegas. Hasta anoche no estaba claro si Obama y Castro tendrían un encuentro formal cara a cara.
“Tendrán algún tipo de interacción”, deslizó la secretaria adjunta para la región, Roberta Jacobson, al ser consultada al respecto. Seguramente ya planificada, la coreografía diplomática de esa “interacción” se mantenía anoche en estricta reserva, consigna La nación.
Las apuestas mayoritarias apuntaban a un “cara a cara informal”. Uno de esos encuentros que se disfrazan de casuales, pero que no lo son tanto. Un gesto que, al igual que el apretón de manos que ya se dieron hace 16 meses en Johannesburgo, no deje dudas sobre la intención de abrir una nueva etapa. Aunque nadie lo sabía a ciencia cierta y la bilateral formal no podría descartarse todavía,
En aquella ocasión, el primer mano a mano tuvo por trasfondo el funeral del ex presidente Nelson Mandela. El norteamericano tendió su mano y Castro la tomó con una sonrisa.
Decenas de fotógrafos captaron una imagen para la historia: era el primer contacto físico de dos presidentes tras medio siglo de desacuerdos. Ahora, y en pleno deshielo de relaciones, la intención es la misma: avanzar en el acercamiento entre ambos gobiernos, según confían aquí fuentes diplomáticas.
El mecanismo de las cumbres regionales comenzó en 1994, en Miami. Desde entonces se realizaron seis. Una de ellas, en Mar del Plata, bajo el mandato de Néstor Kirchner, que terminó con desplantes al norteamericano George W. Bush, algo que aún pesa cuando se aborda aquí la relación bilateral.
Cuba, alejada de la Organización de los Estados Americanos (OEA), nunca formó parte de esos encuentros. Ésta será su primera participación y la que dará paso a que, por primera vez, estén representados los 35 países del continente.
En sentido contrario, todo hace indicar que el venezolano Maduro llega con la intención de hacer valer la presencia del alicaído bloque ALBA, inspirado por el fallecido Hugo Chávez, cuyo peso regional, si bien cada vez menor, aún busca espacio a partir, sobre todo, de la tensión con Washington.
“No creo que ni siquiera Cuba se suba a esa dinámica, porque tiene enorme interés en recomponer relaciones con Washington”, vaticinó Peter Hakim, de Diálogo Interamericano.
La cumbre empezará el viernes en Ciudad de Panamá. Además de lo que depare el deshielo de las relaciones entre La Habana y Washington, la mirada estará puesta también en la escalada con Venezuela, cuyo presidente, Nicolás Maduro, piensa sacar el máximo rédito político, pero en sentido contrario. Esto es: cargando contra Estados Unidos, a partir de las sanciones que Washington le aplicó por violaciones de los derechos humanos.
Asistirán casi todos los presidentes y jefes de gobierno de los 35 países de la región. Entre ellos estará Cristina Kirchner.
Por lo menos dos mandatarios pusieron en duda su presencia. Michelle Bachelet, de Chile, por la emergencia generada a partir de las inundaciones, y el ecuatoriano Rafael Correa, que adujo razones “ideológicas”, como gesto de protesta por las citadas sanciones a Venezuela. “Podría no ir”, deslizó su canciller, Ricardo Patiño.
Con su rutina habitual de tensiones y el infaltable folklore sobre si “Obama se pone o no una guayabera” (prenda que suele convertirse en poco menos que un uniforme en estos encuentros), se descarta que el grueso de la atención será para el debut del régimen cubano en estos encuentros.
Los presidentes suelen reservar estas reuniones regionales para mantener diálogos de partes o bilaterales con sus colegas. Hasta anoche no estaba claro si Obama y Castro tendrían un encuentro formal cara a cara.
“Tendrán algún tipo de interacción”, deslizó la secretaria adjunta para la región, Roberta Jacobson, al ser consultada al respecto. Seguramente ya planificada, la coreografía diplomática de esa “interacción” se mantenía anoche en estricta reserva, consigna La nación.
Las apuestas mayoritarias apuntaban a un “cara a cara informal”. Uno de esos encuentros que se disfrazan de casuales, pero que no lo son tanto. Un gesto que, al igual que el apretón de manos que ya se dieron hace 16 meses en Johannesburgo, no deje dudas sobre la intención de abrir una nueva etapa. Aunque nadie lo sabía a ciencia cierta y la bilateral formal no podría descartarse todavía,
En aquella ocasión, el primer mano a mano tuvo por trasfondo el funeral del ex presidente Nelson Mandela. El norteamericano tendió su mano y Castro la tomó con una sonrisa.
Decenas de fotógrafos captaron una imagen para la historia: era el primer contacto físico de dos presidentes tras medio siglo de desacuerdos. Ahora, y en pleno deshielo de relaciones, la intención es la misma: avanzar en el acercamiento entre ambos gobiernos, según confían aquí fuentes diplomáticas.
El mecanismo de las cumbres regionales comenzó en 1994, en Miami. Desde entonces se realizaron seis. Una de ellas, en Mar del Plata, bajo el mandato de Néstor Kirchner, que terminó con desplantes al norteamericano George W. Bush, algo que aún pesa cuando se aborda aquí la relación bilateral.
Cuba, alejada de la Organización de los Estados Americanos (OEA), nunca formó parte de esos encuentros. Ésta será su primera participación y la que dará paso a que, por primera vez, estén representados los 35 países del continente.
En sentido contrario, todo hace indicar que el venezolano Maduro llega con la intención de hacer valer la presencia del alicaído bloque ALBA, inspirado por el fallecido Hugo Chávez, cuyo peso regional, si bien cada vez menor, aún busca espacio a partir, sobre todo, de la tensión con Washington.
“No creo que ni siquiera Cuba se suba a esa dinámica, porque tiene enorme interés en recomponer relaciones con Washington”, vaticinó Peter Hakim, de Diálogo Interamericano.
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