Como espacio integrador e inclusivo, esta clase de dispositivos, previsto por el artículo 11 de la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657, gana espacio a lo largo y ancho del país. Aquí, las características y alcances de una experiencia clave en materia de salud pública.
Ser floricultor. Ser repostero. Ser obrero. Ser alfarero. Ser. Los Emprendimientos Laborales Productivos en Salud Mental (ELPSM) se constituyeron, en el último cuarto de siglo, en un eslabón central para erigir autonomía, consolidar autoestima y ejercer derechos por parte de las personas internadas en establecimientos de salud mental y de aquellas que, aun habiendo sido externadas, no se les habían provisto herramientas para sostener una efectiva inclusión social allende los muros.
Tales emprendimientos, que a partir de la sanción de la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657 (LNSM) tuvieron en todo el país el impulso oficial del que, salvo en contadas provincias, históricamente carecieron, crean las condiciones para sortear el monumental desafío de deconstruir el ser “paciente psiquiátrico”, un mote estigmatizador y tutelar, para constituirse como un “ciudadano emprendedor”, que, como cualquier otro agente social, requiere y provee bienes y servicios.
Integrantes de la Red de Servicios, los ELPSM producen, como ningún otro dispositivo, “lo social”. Ocurre que están constituidos por “insumos sociales”:sus integrantes. Y sus integrantes son, se dijo, personas que atraviesan o atravesaron padecimientos mentales. Pero también aquellas que no afrontaron ese tipo de afecciones. Unas y otras, en base a una paridad complementaria y a una necesidad mutua, dan cauce a aquel saber que estuvo contenido, oculto, vulnerado o negado. Por las condiciones del encierro manicomial. Por las sucesivas crisis económicas cuyas consecuencias fueron la profundización de la exclusión social. Oportunidades en manos de quienes jamás las tuvieron.
Los ELPSM suman otra distinción. En tanto espacio de reunión de los usuarios de la red de servicios de salud mental y de toda la comunidad, ponen en jaque el imaginario tradicional sobre la “locura”, herencia del anquilosado paradigma manicomial. Es que en la búsqueda de la inclusión social de unos y otros, el empoderamiento productivo laboral se constituye como una instancia privilegiada en la (re)construcción identitaria. Ya no se es “loco” y “normal”. Se “es”, como se indicó al inicio de este artículo, lo que se produce y oferta, y mucho más.
Es en esa práctica en la que personas de carne y hueso se la juegan a diario. Aprenden, idean, planifican, producen, evalúan, corrigen, promocionan, colaboran, se ayudan, comercializan, intercambian, obtienen y comparten su sustento. Actividades económicas cuya finalidad fundamental se orienta en el bienestar humano, porque si bien en los ELPSM se producen bienes y servicios, al mismo tiempo se genera, como se señaló precedentemente, autonomía, autoestima, sociabilidad y derechos.
Territorio y Ley
El anclaje territorial es otro aspecto clave. El desarrollo de redes y el contacto con otras instituciones comunitarias conforman un entramado que apunta a dar sustentabilidad a los proyectos que, en casi todos los casos, deben interactuar con la economía regional en la que están insertos, e incluso hacerse un lugar en un sistema de lucro y competitividad. Lejos del “marketing de la lástima”, los emprendimientos deben detectar demandas y satisfacerlas.
En Argentina existen distintas experiencias de emprendimientos. Abarcan diversos rubros: gastronomía y servicios de catering para eventos, carpintería, producción de hilado artesanal, cerámica, textil, huerta orgánica, servicios de construcción y remodelación de viviendas, telar, repostería, artesanías en madera, restauración de muebles, fabricación de papel artesanal y productos derivados, diseño gráfico y comunicación visual, producción frutihortícola, etcétera.
Uno de ellos es Quenuir. Ubicado en Esquel, Chubut, se dedica a la fabricación de productos de fieltro. “Integramos no sólo a personas con padecimientos psiquiátricos, sino a personas en situación de desventaja laboral. Algunas nunca trabajaron, otras no tienen un hábito laboral consolidado. Debemos empezar a trabajar desde las cosas más fundamentales: llegar en horario, aprender a relacionarse y sobre todo aprender las cosas que son capaces de hacer”, dice Mabel Soto, capacitadora de Quenuir. “Como apuntamos a hacer productos de calidad, que compitan en el mercado, detectamos qué puede hacer cada uno de los integrantes” en el proceso de producción de la materia prima y los productos finales, agrega.
Así, los ELPSM pueden ser vistos como una suerte de puente que brindan algunas de las vías alternativas para promover la inclusión sociolaboral de las personas con padecimiento mental, sobre todo de aquellas que provienen de un contexto de pobreza y exclusión, en el marco de la economía social y solidaria. Y es en esa trama donde se produce, teje y construye, día a día, ciudadanía e inclusión.
Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657 - Artículo 11:
“(…) Se debe promover el desarrollo de dispositivos tales como: consultas ambulatorias; servicios de inclusión social y laboral para personas después del alta institucional; atención domiciliaria supervisada y apoyo a las personas y grupos familiares y comunitarios; servicios para la promoción y prevención en salud mental, así como otras prestaciones tales como casas de convivencia, hospitales de día, cooperativas de trabajo, centros de capacitación socio-laboral, emprendimientos sociales, hogares y familias sustitutas”.
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