El veterano integró las filas del Batallón 5 de Infantería de Marina, unidad militar que se replegó, luego de que el General Benjamín Menéndez capitulara ante los británicos. Los efectivos de la IM junto a soldados del Ejército agotaron su parque de municiones para recién bajar a Puerto Argentino, donde ya flameaba la bandera pirata el 14 de junio de 1982.
Vergara junto a un número importante de entrerrianos, en el Batallón 5 de Infantería de Marina, estuvo 74 días en Malvinas, luego de ser movilizados de la frontera con Chile en las misiones Salesianas, en la Isla de Tierra del Fuego, ya que la hipótesis de conflicto más cierta era con el país trasandino. Conocida la noticia de la toma de Malvinas por una radio chilena “cantamos el himno nacional” recuerda. Posteriormente, el 7 de abril, la unidad militar con asiento en Río Grande, llegó a las Islas.
“La idea de pisar suelo de Malvinas era muy importante para todo el batallón”, y en lo personal “sentí una enorme felicidad de arribar a suelo patrio”.
Hasta el Primero de Mayo, la estadía en Malvinas fue como la de cualquier campaña militar, preparándonos en “distintas posiciones ante eventuales ataques que podrían llegar desde el mar, por tierra, o helitransportados”.
Nos ubicamos en la altura de Sapper Hill, desconociendo si “íbamos a ser los primeros en entrar en combate, o los últimos”, como finalmente ocurrió.
Finalmente el bautismo de fuego llegó el primer día del mes de mayo. En horas de la mañana bombardearon el aeropuerto, mientras que en horas de la noche recibimos “fuego naval desde la flota inglesa que buscaba destruir un radar del EA que se encontraba muy cerca de nuestra posición”. Fue una noche difícil de olvidar, debido a que “cayeron alrededor de 200 proyectiles de artillería naval”, con todo lo que eso significa. Sufrimos, continúa, la primera baja y 12 heridos graves, ya que nos tomó un poco de sorpresa ya que el “alerta recibido no fue el de fuego naval”. Acotó que gracias al error en el alerta “salvamos nuestras vidas ya que al marcarse alerta amarilla –tropas helitransportadas-, fuimos a nuestras posiciones de combate, caso contrario, esa noche me hubiese quedado en la carpa que fue arrasada por el fuego naval”.
De ahí en más, buscamos lugares donde refugiarnos haciendo cuevas en un terreno rocoso para poder “sobrevivir a un constante bombardeo”, luchando contra un clima hostil, frio ventoso, turba de la cual brotaba agua”.
Sobre el fuego naval, constante hasta el último día, Pedro explicó que sentían hace poco más de tres décadas”. Primero, el estampido que llegaba desde el mar, y esperar donde caían las primeras bombas”. Tal es así que “cuando el silbido se alargaba sabíamos que el proyectil iba más allá de nuestra posición”. Sentían alivio por un lado y pesar por el otro, porque esa bomba iba a “impactar en otra posición argentina”.
Ahora, cuando se cortaba el silbido “caía sobre nuestra posición, y nos protegíamos como podíamos”.
El Bim5 entró en combate los últimos 3 días de la contienda bélica con una potencia de la Otan. “Peleamos, sin cesar, sábado, domingo y lunes”. Indicó que la noche del 13 fue la del avance “final de los ingleses, la jornada en la que se combatió con mayor intensidad, la noche donde más soldados cayeron en acción”, mientras que “el 14, alrededor de las 11 de la mañana nos enteramos que el gobernador de las islas, General Menéndez, había firmado la rendición”, sin embargo nuestro comandante, Capitán de Fragata Carlos Robacio, no acató la orden, reagrupando al batallón en Sapper Hill porque se venían replegando las compañías que habían estado en combate la noche anterior. Había que defender la altura y nos ordenan “preparar munición para un día de combate y reconquistar las posiciones perdidas, mientras observábamos el despliegue de dos batallones enemigos”. Fue en ese momento que “me despedí porque pensé que no volvía al continente. Nadie lloraba, a ninguno se le escapó una lágrima porque la adrenalina era muy intensa”. La idea era seguir en la isla y “combatir hasta lo último. Luego aparecen tres helicópteros, dos de ellos transportando tropas y el Cabo Segundo Daniel Benítez que tenía colocada una granada Paf en el Fusil (Fal 7,62mm) derriba uno de ellos, mientras soportábamos fuego naval, artillería de campaña y bombardeo de aviación”. En ese momento le pedí a Dios “morir en Malvinas o volver bien, no regresar mutilado y ser una carga para la familia”, acota con la voz quebrada por la emoción.
En ese contexto se generó un “clima de camaradería y unión muy fuerte”.
Vergara junto a un número importante de entrerrianos, en el Batallón 5 de Infantería de Marina, estuvo 74 días en Malvinas, luego de ser movilizados de la frontera con Chile en las misiones Salesianas, en la Isla de Tierra del Fuego, ya que la hipótesis de conflicto más cierta era con el país trasandino. Conocida la noticia de la toma de Malvinas por una radio chilena “cantamos el himno nacional” recuerda. Posteriormente, el 7 de abril, la unidad militar con asiento en Río Grande, llegó a las Islas.
“La idea de pisar suelo de Malvinas era muy importante para todo el batallón”, y en lo personal “sentí una enorme felicidad de arribar a suelo patrio”.
Hasta el Primero de Mayo, la estadía en Malvinas fue como la de cualquier campaña militar, preparándonos en “distintas posiciones ante eventuales ataques que podrían llegar desde el mar, por tierra, o helitransportados”.
Nos ubicamos en la altura de Sapper Hill, desconociendo si “íbamos a ser los primeros en entrar en combate, o los últimos”, como finalmente ocurrió.
Finalmente el bautismo de fuego llegó el primer día del mes de mayo. En horas de la mañana bombardearon el aeropuerto, mientras que en horas de la noche recibimos “fuego naval desde la flota inglesa que buscaba destruir un radar del EA que se encontraba muy cerca de nuestra posición”. Fue una noche difícil de olvidar, debido a que “cayeron alrededor de 200 proyectiles de artillería naval”, con todo lo que eso significa. Sufrimos, continúa, la primera baja y 12 heridos graves, ya que nos tomó un poco de sorpresa ya que el “alerta recibido no fue el de fuego naval”. Acotó que gracias al error en el alerta “salvamos nuestras vidas ya que al marcarse alerta amarilla –tropas helitransportadas-, fuimos a nuestras posiciones de combate, caso contrario, esa noche me hubiese quedado en la carpa que fue arrasada por el fuego naval”.
De ahí en más, buscamos lugares donde refugiarnos haciendo cuevas en un terreno rocoso para poder “sobrevivir a un constante bombardeo”, luchando contra un clima hostil, frio ventoso, turba de la cual brotaba agua”.
Sobre el fuego naval, constante hasta el último día, Pedro explicó que sentían hace poco más de tres décadas”. Primero, el estampido que llegaba desde el mar, y esperar donde caían las primeras bombas”. Tal es así que “cuando el silbido se alargaba sabíamos que el proyectil iba más allá de nuestra posición”. Sentían alivio por un lado y pesar por el otro, porque esa bomba iba a “impactar en otra posición argentina”.
Ahora, cuando se cortaba el silbido “caía sobre nuestra posición, y nos protegíamos como podíamos”.
El Bim5 entró en combate los últimos 3 días de la contienda bélica con una potencia de la Otan. “Peleamos, sin cesar, sábado, domingo y lunes”. Indicó que la noche del 13 fue la del avance “final de los ingleses, la jornada en la que se combatió con mayor intensidad, la noche donde más soldados cayeron en acción”, mientras que “el 14, alrededor de las 11 de la mañana nos enteramos que el gobernador de las islas, General Menéndez, había firmado la rendición”, sin embargo nuestro comandante, Capitán de Fragata Carlos Robacio, no acató la orden, reagrupando al batallón en Sapper Hill porque se venían replegando las compañías que habían estado en combate la noche anterior. Había que defender la altura y nos ordenan “preparar munición para un día de combate y reconquistar las posiciones perdidas, mientras observábamos el despliegue de dos batallones enemigos”. Fue en ese momento que “me despedí porque pensé que no volvía al continente. Nadie lloraba, a ninguno se le escapó una lágrima porque la adrenalina era muy intensa”. La idea era seguir en la isla y “combatir hasta lo último. Luego aparecen tres helicópteros, dos de ellos transportando tropas y el Cabo Segundo Daniel Benítez que tenía colocada una granada Paf en el Fusil (Fal 7,62mm) derriba uno de ellos, mientras soportábamos fuego naval, artillería de campaña y bombardeo de aviación”. En ese momento le pedí a Dios “morir en Malvinas o volver bien, no regresar mutilado y ser una carga para la familia”, acota con la voz quebrada por la emoción.
Posteriormente llegó la orden de repliegue y Vergara con un solo cargador (20 proyectiles), sale de la posición sin ver a sus compañeros. Al momento de replegarse “siente el ruido del motor de un helicóptero británico a sus espaldas, por lo que junto a otro compañero rezagado “emprendemos la caminata, con el fuego enemigo a los pies. Una de las balas pasó por entre los dos infantes, cayendo el compañero de Pedrito, que al ser recogido por Vergara lo tranquilizó diciendo “solo me caí Chamigo”. Fueron los dos últimos en bajar y reencontrarse con su compañía, para ingresar a Puerto Argentino formados con “nuestros cascos y fusiles a las tres de la tarde. Cuando pasamos por la casa del gobernador y el Hospital observamos, con mucho dolor, que en el mástil estaba la bandera inglesa, lo que “me provocó mucha angustia”.
Nosotros “combatimos en Malvinas”, para después afrontar otra cruenta batalla como lo fueron los “diez años de desmalvinización”. Inclusive muchas veces me dijeron que “no estuve en Malvinas, porque no presentaba heridas”, cosas muy fuertes contra las que hemos luchado en estos años.
Además de Vergara, oriundo de Tala, radicado en Gualeguaychú, combatieron en el Batallón 5 de Infantería de Marina, Luis Frávega, Oscar Pérez, Papes y Pedro Morales, quien se quedó a vivir en Rio Grande. Por Fabián Miró(El dia)
En ese contexto se generó un “clima de camaradería y unión muy fuerte”.
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