El gas, un enemigo en casa: en la mayoría de las viviendas hay fallas
Según la Asociación de Gasistas Matriculados, en el 80% de los domicilios la conexión a la red no es segura.
Tiene llave y entra en nuestra casa porque nosotros mismos le abrimos el paso. Provee abrigo, comida caliente y calor de hogar. Pero dormimos con el enemigo.
En los últimos meses, el gas de uso domiciliario se ha cobrado un altísimo y doloroso número de vidas. A los accidentes como el ocurrido en Rosario el martes último, donde hubo por lo menos 15 muertos, hay que sumarles este invierno más de 30 muertes por intoxicación con monóxido de carbono, una verdadera epidemia, mayor incluso que la de la gripe.
Instalaciones deficientes y la falta de controles han convertido a miles de viviendas en trampas mortales. En el 80 por ciento de las viviendas particulares la conexión de gas no es segura o no se ajusta a las normas vigentes, según afirma el presidente de la Asociación de Gasistas Matriculados de la ciudad de Buenos Aires, Walter Kesternich.
Sin embargo, por temor a que a su edificio le corten el suministro por meses, son muchos los vecinos que acaban convirtiéndose en cómplices involuntarios de un sistema que se alimenta de coimas y negligencia. Falta de ventilación, conexiones mal hechas, cañerías corroídas, estufas que consumen demasiado oxígeno en ambientes pequeños, válvulas de seguridad desactivadas o detectores de monóxido de carbono anulados para que no se apague el calefón son algunas de las principales irregularidades informadas.
"En ocho de cada diez viviendas, cuando un gasista revisa las instalaciones detecta alguna irregularidad que en la mayoría de los casos implicará que sus habitantes se queden sin suministro de gas por los próximos días, hasta que realicen las reformas", detalla Kesternich.
Todos los edificios y viviendas particulares deberían controlar una vez al año el estado de sus instalaciones de gas. Sin embargo, son pocos los propietarios que efectivamente cumplen con este requisito de seguridad que no es obligatorio por ley.
Así lo confirmaron a LA NACION los voceros de las distintas empresas distribuidoras de ese servicio público en el país y lo confirmó el Ente Nacional Regulador del Gas (Enargas). Aunque muchos consideran que debería ser obligatorio tal control, lo cierto es que este riesgo hoy está librado a la decisión de los vecinos o del consorcio de propietarios, que deben contratar a un gasista matriculado para verificar el estado de las instalaciones internas, ya que las empresas afirman que su responsabilidad llega hasta la conexión de la red pública al domicilio particular.
En la Asociación de Gasistas Matriculados de la ciudad de Buenos Aires admiten que son contados los edificios que realizan este control anual, que puede costar unos 300 pesos por departamento, más otros 500 pesos por verificar el estado del interior de cada vivienda.
Para evitar un incremento en las expensas (un gasista matriculado cobra a partir de 150 pesos sólo por visitar cada domicilio) o por temor a un corte del suministro durante semanas, lo cierto es que al no existir una normativa clara al respecto, la mayoría de los vecinos evita realizar este control anual o denunciar una posible pérdida. Razones no faltan. Peligros, tampoco.
Desde Metrogas coinciden en que son pocos los edificios que, en forma voluntaria, realizan estos controles. "Acá hay una verdad y nadie la dice. Muchas veces la gente siente olor a gas y no llama por temor a que le corten el gas. Y al vecino que denuncia, el consorcio lo estigmatiza. Porque la empresa tarda meses en reconectar el servicio", denunció Osvaldo Loisi, director de la Liga de Consorcistas.
"Cuando se siente olor a gas, se llama al gasista porque arregla las cosas sin cortar. También algunos acaban buscando al gasista no matriculado o al plomero, o al mismo portero, porque el matriculado tiene la obligación de denunciar y cortar el suministro -añadió-. Lo perverso del sistema es que, de esta manera, para evitar los cortes de suministro, todo el edificio se está exponiendo a un peligro altísimo."
DEMASIADO TARDE
"Es un peligro que es como el gas. No se ve, no se siente y cuando finalmente se detecta, lamentablemente, ya es demasiado tarde", subrayó Kesternich.
Según el último Censo Nacional de Población, en el país hay unas 20.300.572 personas que viven en hogares con conexión a la red domiciliaria de gas. De acuerdo con las estadísticas que maneja el Enargas, en el nivel nacional son 8.001.500 los usuarios. El 45% de los reclamos que recibió el ente regulador en el último año fueron por inconvenientes en el suministro. Sin embargo, desde Enargas se informó que en el último período no habían realizado informes o investigaciones acerca de cuán segura es la red domiciliaria.
LA NACION también consultó a la Auditoría General de la Nación acerca de investigaciones que se hubieran hecho acerca de si las empresas cumplen con las normativas vigentes o si el Estado ejerce el control de verificar y garantizar la seguridad de este servicio público privatizado. Sin embargo, no se han producido materiales recientes, según se informó.
En la primera mitad del año, muchas personas murieron por intoxicaciones con monóxido de carbono debido al mal funcionamiento o uso de estufas o calderas para calentar la casa. "Ya hubo 64 intoxicados y unas 30 murieron. El monóxido de carbono está causando más muertes que el frío y la gripe. Es una verdadera epidemia", se lamentó Juan Carr, fundador de Red Solidaria.
Y esta epidemia no sólo afecta a los hogares de más bajos recursos.
"Donde hay una llama encendida, si no entra aire, hay una amenaza. Y esto está ocurriendo en todos los estratos socioeconómicos. Las muertes están ocurriendo sobre todo en las grandes ciudades y viviendas construidas. Es fundamental empezar a tomar conciencia de ventilar los ambientes", insistió Carr.
Justamente para eso, Red Solidaria organiza cada viernes la acción llamada "Ventana abierta", a la que invita a la sociedad a sumarse. La propuesta consiste en abrir 5 centímetros la ventana más cercana en la oficina, la escuela, la facultad, la casa o el hospital como una forma de llamar la atención sobre la importancia de ventilar los ambientes.
"Con el gas toda infracción es un peligro. Es correr riesgo de vida -apunta Kesternich-. En el caso de los calefones, como muchas veces se apagan la gente muchas veces termina anulando los sensores de monóxido de carbono, que están indicando que el conducto de salida de gases está obstruido. Lo grave es que se está anulando el mecanismo que nos podría salvar la vida".
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