miércoles, 15 de octubre de 2014

Productoras rurales del Dpto Tala cuentan sus experiencias en el Día Internacional de la Mujer Rural

El 15 de octubre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Con motivo de esta fecha, cuatro productoras de distintos puntos de la provincia contaron sus experiencias y sus expectativas. Todas se encuentran participando de organizaciones que gestionaron proyectos con el Programa de Desarrollo de Áreas Rurales (Prodear) del Ministerio de Producción.

Las mujeres rurales desempeñan una función clave de apoyo a sus hogares y comunidades para alcanzar la seguridad alimentaria y nutricional, generar ingresos y mejorar los medios de subsistencia y el bienestar general en el medio rural. 

Marta Asselborn y Ermelinda Dittrich viven en el barrio Lavardén, al norte de Concordia, e integran el grupo Feriantes Unidos de Concordia Norte, responsables de la Feria Popular de Producción Local de esa localidad. 

La organización, conformada por 10 personas, recibió fondos en el marco de Prodear para la construcción de invernáculos y la compra de herramientas, con la finalidad de incrementar la producción y la calidad de la oferta. En el último tiempo decidieron convertirse en cooperativa. Además del apoyo del programa, son acompañados por técnicos de la Secretaría de Agricultura Familiar y participan en la Mesa de Gestión Local junto a otros organismos que acompañan su proyecto. 

Acerca del Día de la Mujer Rural, Ermelinda expresa: “Se siente bien que exista ese día porque se empieza a valorar y se reconoce el trabajo de las mujeres. Antes no se veía que las mujeres hacíamos el mismo trabajo que los hombres. Mi mamá también trabajaba a la par de mi papá. A mí ella me sirvió de ejemplo, somos cuatro hermanas y yo soy la única que siguió el trabajo de la huerta. En la feria hablo con la gente y cuando les cuento todo lo que hago, no me creen. Tengo que mostrarles las manos con los callos”. 

Ana Nanini tiene 55 años e integra la Cooperativa Apícola del Tala. Vive en Gobernador Echagüe, con su marido y dos hijos varones. “Realizo la apicultura con mi familia hace 11 años”, cuenta. 

La cooperativa está integrada por 17 apicultores, dos de ellos mujeres. Hace algunas semanas obtuvo el apoyo para su proyecto, que consiste en la adquisición de equipamiento y materiales para el acondicionamiento de la sala de extracción de la cooperativa. Se trata de una iniciativa que articula aportes de distintas fuentes de financiamiento, ya que se compone de aportes de Prodear, del Fondo Apícola Provincial y de la Secretaría PyME y Desarrollo Regional (Sepyme). 

Sobre el 15 de octubre, ella opina: “Hoy en día la mujer rural trabaja a la par del hombre, pero la mujer todavía no está reconocida de igual manera. Aún no se le da la misma importancia como productora que al hombre. En algunas partes, a veces la mujer queda en segundo lugar. Hay que moverse para que tu opinión y tu saber sean tenidos en cuenta”. 

Marta González tiene 54 años. Habita en la zona de Chaco Chico, cerca de Maciá, en el departamento Tala. Es “taita” de la comunidad de pueblos originarios Remajunen y forma parte del grupo “Derecho a la vida”, que gestionó un proyecto comunitario con Prodear para la perforación de pozos de agua. Las familias del grupo, que viven en distintos puntos del departamento Tala, son acompañadas además por un equipo técnico de la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación. 

Con respecto al día que se celebra, ella comenta: “Ahora se valora a las mujeres, antes no. La mujer es ama de casa, limpia, cocina, da de comer a los animales”. 

Un día típico de trabajo 

La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) destaca que las mujeres rurales suelen trabajar más horas que los hombres si se tienen en cuenta tanto las actividades productivas remuneradas como las reproductivas no remuneradas o las responsabilidades domésticas o de cuidado. 

Al momento de describir cómo es un día típico para ellas, las historias de las cuatro mujeres comparten muchas semejanzas. 

En Chaco Chico, Marta González cuenta: “Para las 6 estoy levantada. Hago las cosas de la casa, doy de comer a los animales. No me alcanza el tiempo. Hasta arreglo los alambrados. Mi marido es peón rural y trabaja afuera todo el día, de lunes a sábado, pero me ayuda los domingos. Trabajo de ama de casa y hago de todo”. También agrega algo sobre su historia familiar: “En el año 1910 vino mi abuelo, y desde entonces estamos acá. Toda mi vida tengo acá. Yo trabajé a la par de mi padre, arábamos, recuerdo todo lo que me enseñó”. 

Por su parte, la apicultora Ana Nanini comenta: “En mi casa nos levantamos temprano. Además de la apicultura criamos pollos para consumo, así que atendemos a los animales. Yo hago el pan todos los días, porque la panadería está a 3 kilómetros. También mantengo una pequeña huerta. Después están las tareas de la casa. También trato de hacer cursos, ahora estoy haciendo uno sobre restauración de muebles”. Ana aclara que la actividad apícola varía mucho a lo largo del año, por lo que las tareas varían según la temporada. “En invierno trabajamos en el armado de todos los equipamientos necesarios para la actividad. Una vez por semana nos encargamos de la alimentación”. Ella expresa que su trabajo es variado y le exige ser flexible. “Tenés que adaptarte a los tiempos y a las condiciones climáticas. Estás un poquito en todo. Los hombres ayudan pero sobre todo en las tareas más pesadas. La casa la limpio yo, el jardín lo arreglo yo”. 

Marta Asselborn describe su día de trabajo: “Nos levantamos a las 5 de la mañana, después le damos de comer a los animales, sacamos la verdura para llevarla a vender a los negocios, a las 11 vuelvo, cocino, nos acostamos un ratito, esperamos a que baje el sol, después empezamos de vuelta. Eso en verano. En invierno es distinto, empezamos a las 9 y seguimos de largo todo el día”. 

Si bien destaca que su marido, con quien lleva de 42 años de casados, a veces la ayuda, Marta expresa: “Yo realizo prácticamente todo. A la siesta en realidad no duermo, sino que me quedo haciendo las tareas de la casa”, agrega. “La huerta es lo que más tiempo lleva, sobre todo la cosecha. La feria funciona miércoles y sábado, así que cosechamos martes y viernes, y nos quedamos hasta tarde embolsando las verduras para llevarlas al día siguiente a la feria”. 

Su compañera en el grupo de feriantes, Ermelinda, tiene 31 años y dos nenas de siete y dos años, que espera que algún día tengan también su huerta. Cuando cuenta su día, su experiencia se parece mucho a la de su compañera de grupo: “Me levanto muy temprano, mando las nenas a la escuela. Trabajo en la huerta toda la mañana, y me pongo la alarma a las 11 que es cuando vuelvo a la casa, me cambio y me pongo a hacer las tareas, a limpiar y a cocinar antes de que vengan los chicos. Mi mamá viene todos los días y trabajamos juntas, porque a ella le gusta la huerta. Comemos juntas, descansamos 40 minutos, después lavo y volvemos al trabajo. Hasta la tardecita. Yo ni siquiera paro para tomar mate. A la noche me pongo a cocinar, mientras las nenas hacen la tarea. Hay días en que te cansas mucho, sobre todo cuando hace mucho calor. Pero entonces pienso en mi mamá, si ella lo pudo hacer, por qué yo no”. 

En relación a la influencia que la huerta tiene en su economía familiar, Ermelinda agrega: “Yo estaba estudiando el profesorado, pero tuve que dejar para ayudar a mi mamá. Con mi hermana nos encargábamos de salir a vender y ese dinero complementaba lo que aportaba mi papá. Ahora pasa lo mismo, lo que vendo de la huerta se suma al salario de mi marido, que es albañil, y además puedo tener un dinero propio”. 

Desarrollo grupal y personal 

De los 684 beneficiarios directos de Prodear en Entre Ríos, que se ejecuta desde la Dirección de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar, 23% son mujeres. La proporción alcanza casi un 38% para el caso de la cadena hortícola. Con respecto al tipo de agrupación, en las organizaciones formales que gestionaron proyectos productivos o comunitarios la participación de las mujeres es de 19%, pero en el caso de los grupos informales llega al 35%, con mayor presencia en cargos o funciones directivas. 

Acerca de la participación en grupos y otros espacios, Ana Nanini cuenta: “En las reuniones del sector apícola no hay muchas mujeres. Mi marido también es apicultor. En nuestro pueblo somos siete apicultores, que conformamos la cooperativa junto a otra gente de otras dos localidades. En la cooperativa participamos los dos. Yo voy a las reuniones. Ahí somos dos las mujeres. A mí me gusta mucho participar en el grupo. Compartimos experiencias con otras personas. Mi marido además participa en otro grupo porque tiene más tiempo y puede viajar. El trabajo en la casa a veces limita para participar”. 

Con respecto al proyecto apoyado desde Prodear, Ermelinda del grupo de feriantes manifiesta: “Tener el invernáculo me cambió en un ciento por ciento. Primero la verdura viene más segura, no está sujeta a las inclemencias del tiempo. Esto me dio mucha estimulación a nivel espiritual, porque me da más ganas de seguir haciendo esto, y sobre todo me da ganas de crecer. Me cambió la forma de pensar. Además, la verdura demora la mitad de tiempo en crecer, la sacás mucho más rápido. No pierdo días de trabajo y puedo lograr continuidad, que es una de las “tres c” de la producción hortícola, junto con la cantidad y la calidad”. 

Su compañera en la feria, Marta, también se manifiesta contenta por el proyecto asociativo. Además resalta los beneficios que le trae el poder integrar un grupo. “Participar en un grupo me ayuda, me da más ánimo para seguir, porque a veces una se cansa”. Aclara además que ellos hacen “producción orgánica, sin pesticidas”. 

Ermelinda coincide con Marta en la importancia de la asociatividad, sobre todo para las mujeres. “Trabajar en grupo le da a las mujeres la posibilidad de acceder más fácilmente a las herramientas y los apoyos, a todo lo que el Estado te brinda. Podés trabajar mucho mejor. Dentro del grupo te sentís valorada y respetada, tanto por los varones como por las mujeres. En nuestro grupo somos cuatro mujeres e intercambiamos experiencias”. 

Por su parte, Marta González se siente muy agradecida por el acompañamiento institucional, que hoy le permitió acceder al agua. “Yo vivo en el medio del monte y estoy muy agradecida porque nos encontraron y nos ayudaron. Yo tengo huerta y animales. Antes tenía que acarrear el agua desde 300 metros, pero ahora tengo el pozo”, y sobre esto último agrega: “nos lo instalaron hace más de diez días. Ahora falta la luz”. 

De cara al futuro 

Acerca del futuro, Marta Asselborn manifiesta: “Yo ya cumplí los 60. Yo trabajé toda mi vida, porque mis padres también tenían huerta y animales. Nosotras veníamos de bailar y nuestro padre ya nos estaba esperando para desayunar y empezar a arar. Por eso es muy importante la posibilidad que tenemos hoy de poder jubilarnos, de poder entrar en la moratoria que abrió el gobierno nacional”. 

Ermelinda también comparte su visión de lo que desea para el futuro: “El futuro me gustaría que siga en la línea que está ahora. Este gobierno les está dando la posibilidad a las mujeres de abrirnos camino, de independizarnos, de abrir la mente. Podemos salir adelante, y para eso es también importante dejar a un lado el machismo. Porque sola no podés y si sentís que te reconocen eso te estimula a seguir y a crecer”. 

Si bien destaca que se empiece a valorar más el trabajo de la mujer rural, Ana Nanini insiste en que falta mucho por hacer todavía: “La mujer tiene que estar más reconocida, y se le debe dar más participación en todos los ámbitos. A veces las mujeres no saben cómo participar, no se animan, o no se enteran, por eso hay que buscarlas y convocarlas para que salgan. En muchos lugares, no solo en la producción, sigue habiendo más varones que mujeres. Muchas mujeres tienen un gran conocimiento para aportar, pero las tienen que convocar más, y en espacios en los que ellas puedan hacer algo”. 

Respecto del futuro, Marta González expresa: “Espero que las mujeres rurales puedan mejorar su vida, con más servicios, mejores caminos. Espero seguir trabajando, y seguir mejorando. Ahora que tengo agua, tengo pensado criar pollos. Y progresar. Tengo cuatro nietos y deseo que les quede algo a ellos. Pero el 15 de octubre me voy tomar franco”, agrega. 
                                  

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