Hoy, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, por una declaración de Naciones Unidas (ONU), para sensibilizar a la opinión pública sobre una problemática dolorosa.
La violencia familiar, los femicidios, los abusos, la prostitución, las redes de trata para el negocio de la esclavitud sexual y laboral, las muertes de embarazadas, los fallos judiciales condescendientes con violadores, son algunos males que hacen miserable la condición de millones de mujeres en todo el mundo.
La violencia hacia la mujer está adquiriendo un carácter casi epidémico en la sociedad contemporánea, donde son muchas las voces que alertan sobre un drama que, al afectar derechos humanos básicos, ha devenido en cuestión política.
El calvario de mujeres víctimas de la violencia de parejas y ex parejas ha impactado en Argentina, donde en junio de este año tuvo lugar una histórica marcha contra los crímenes de género.
Bajo la consigna #NiUnaMenos, cerca de 150.000 personas se reunieron cerca del Congreso Nacional, una convocatoria que se replicó en cien ciudades del país.
En la ocasión se leyó un documento que reclamó, entre otras cosas, la aplicación de la Ley de Protección Integral a las Mujeres. Fue unánime el reclamo por políticas integrales para erradicar este mal social.
El femicidio es la forma más extrema de esa violencia y atraviesa todas las clases sociales, credos e ideologías. Esa palabra denuncia el modo en que la sociedad vuelve natural algo que no lo es: la violencia machista.
En la Argentina, en 2014, fueron asesinadas 277 mujeres y según un cálculo de la ONG ‘La Casa del Encuentro’, cada 32 horas hay un femicidio en el país.
En 9 de cada 10 casos de violencia de género, el agresor es la pareja o ex pareja de la víctima.
De las 277 asesinadas, 39 habían hecho denuncias previas y cuatro poseían órdenes de exclusión del agresor. Muchas de estas mujeres convivieron con el atacante y la mayoría tuvo que denunciarlo más de una vez.
En los últimos 7 años, la violencia de género se cobró la vida de más de 1.800 mujeres. Para muchas de ellas el hogar familiar se ha convertido en lugar peligroso y sus propias parejas o ex parejas en sus principales agresores.
Desde 2010, los casos de denuncias por violencia de género han ido en aumento, pero los guarismos no reflejan toda la magnitud del problema, y esto porque son muchas las mujeres que no se atreven a iniciar una denuncia contra su agresor.
Según los expertos, las mujeres se deciden a denunciar después que han soportado meses o tal vez años de malos tratos. Y en la mayoría de los casos es una situación puntual –por ejemplo cuando la violencia pone en riesgo la vida de los hijos- la que las anima.
¿Cuál es el móvil de esta violencia concentrada en las mujeres? ¿De dónde proviene este drama que muchas veces acaba en femicidio? Están los que piensan que la violencia psicológica y física en la pareja siempre existió, aunque se mantuvo reprimida. Lo que ocurre es que hoy la mujer la tolera menos y está dispuesta a denunciarla.
No hay una sola explicación al fenómeno, en sí mismo complejo. Muchos especialistas ponen énfasis en el modelo cultural tradicional que proponía la superioridad del varón sobre la mujer. Sergio Sinay, por ejemplo, habla de “masculinidad tóxica”.
Bajo ese paradigma, dice, se han formado muchas generaciones de varones que creen que si no se imponen a la mujer, por el medio que fuere, son “poco hombres”.
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