Anoche una docente de Río Gallegos le puso fin a su vida en el domicilio particular que compartía con sus 3 hijos. En una provincia donde los suicidios son “un caso más”, que engrosan una estadística rigurosamente escondida por el kirchnerismo, la muerte por mano propia de una docente, en un contexto social de extrema gravedad, posiblemente no alcance a preocupar a Pietragalla, titular de los DDHH, ocupado en cosas más importantes; pero angustia a un niño cuya maestra incomprensiblemente tomó la decisión de quitarse la vida, a una sociedad que se entristece en silencio y a un gobierno apático e insensible que cree no tener responsabilidad por sus acciones colectivas, y como impacta en las decisiones individuales de los habitantes para los que debiera trabajar. (Por Rubén Lasagno)
Cristian de 12 años, llegó corriendo desde su habitación y parado en la puerta de la cocina, sorprendió a su madre que preparaba tranquilamente el almuerzo, porque hoy es un día más de paro docente y su hijo no tiene clase. El niño, visiblemente afectado, sorprendido y con los ojos muy abiertos, se dirigió a ella con el tono incrédulo de quien da una noticia que no quiere dar o espera del otro lado una respuesta reparadora, de aquellas tipo “¡ah, es mentira, son pavadas que están tirando por Facebook”. Pero no. La madre, lejos de desmentirlo, detuvo sus quehaceres, lo miró azorada y soltó un “¡no te puedo creer!”.
Desde el vano de la puerta, donde el chico apoyaba sus manos por encima de los hombros, como sosteniendo el marco para que no se le cayera encima como se le había caído el mundo, segundos antes, le anunció a su madre: ¡Mamá! Se suicidó mi maestra.
La información descarnada, dura, minimalista, sin contexto y sin más explicaciones, Cristian la había extraído de las redes sociales. Aquella herramienta tan maravillosa como anárquica, que está al alcance de todos y nos brinda información anónima, recortada, acotada y sin ninguna explicación, en muchos casos. Allí, tras un cartel combativo de los docentes de Santa Cruz, en una de las tantas marchas, protestas y reclamos que acompañó a lo largo de su vida docente, posaba Silvia Melgarejo, maestra de la Escuela Nº 61 y de la 91 del Barrio San Benito de esta capital. Un decrépito y brutal anuncio al pie de la fotografía, decía “La docente Melgarejo se quitó la vida”.
Docente, esposa, madre, hija, hermana, amiga, ciudadana de un país y habitante de una provincia. Una persona más que no se agota en un título o en su círculo de pertenencia; es una vida concreta y valorable, con todo el valor que implica una vida. Y más aún lo implica para un niño de 12 años, si la vida que se apaga, es de su maestra.
Silvia Melgarejo, de acuerdo a los datos que hemos podido averiguar de su entorno inmediato, era una mujer normal, con los problema de cualquier mujer trabajadora tal vez magnificados por su personalidad y cuestiones de orden familiar y personal por la que todos atravesamos; madre de 3 hijos, uno de ellos docente (profesor de Educación Física) y dos más, el más pequeño, aún adolescente. Sus compañeros la recuerdan como alguien “con mucha polenta”, combativa en las causas docentes y no pocos resaltan su entrega a los niños, entre quienes hacía de madre y maestra. Fue una férrea militante de las causas sociales y de acuerdo a la descripción que de ella hizo su amiga “era una apasionada que contagiaba y nos empujaba a pelear por las cosas que nos preocupaban tanto desde la docencia, como desde lo social”. Otras de las frases que nos dejó una de sus amigas fue “Tenía una empatía especial con los chicos y era de las maestras que se preocupaban por la familia y los problemas que transmitían los alumnos. Ella no dudaba en llevarlos en su auto a sus casas, en interactuar con los padres y era un verdadero “imán” con cada alumno que le tocó atender en todas las escuelas donde impartió clases”.
Silvia Melgarejo fue maestra de 5º y 7º grado en la Escuela Nº 61 y en la Nº 91 del Barrio San Benito de esta ciudad. Su entorno la señala como alguien muy comprometida con la realidad social y de hecho siempre eligió establecimientos en los barrios más vulnerables. “Era muy proactiva, atenta con las familias y estaba muy cerca de los niños que la amaban”, describió una de sus compañeras. Su solidaridad no solo la demostró con sus compañeros de ADOSAC, sino que también lo hizo con los trabajadores no docentes de ATE, cuando éstos tomaron la escuela del San Benito donde ella se desempeñaba frente al grado y allí permaneció con ellos.
Cuando los docentes llegaron frente a la Legislatura el año pasado, Melgarejo fue una de las manifestantes afectada por el polvo contraincendio que tiraron desde el interior del edificio los encargados de la seguridad, acción ordenada por Pablo González, el Vicegobernador y Presidente de la Cámara de Diputados, quien no quería permitir el ingreso de los docentes a la sesión. Fue ella, también, quien (por decisión propia) se encadenó frente al Consejo Provincial de Educación, en medio de las protestas del año 2016 y concurrió a todas y cada una de las marchas que se hicieron, habiéndose destacado durante la larga lucha que el sector mantuvo en Santa Cruz en el año 2007.
“Era una persona muy presente en todo, una verdadera maestra y una notable compañera”, fue la definición que dieron sus colegas docentes.
Adiós a la Maestra
La noticia se conoció esta mañana, pero el hecho, que aún está bajo investigación, ocurrió anoche en el domicilio de la docente Guadagnini al 300 de Río Gallegos, cuando uno de sus hijos se encontró con el triste y desesperante cuadro de su madre muerta.
Inmediatamente se produjo la reacción en cadena por las redes sociales, que distribuyen las noticias recortadas, exiguas imprecisas e inexactas, como anuncios fatales, sin más explicación ni contexto con lo cual deja a quien la recibe, en medio de la incertidumbre, la ansiedad por saber más y la desesperación por la información que no posee. Inmediatamente comenzaron a sonar los teléfonos y los grupos de Wasap se llenaron de mensajes con signos de preguntas. No había respuestas ciertas. Todas especulaciones. El silencio se apoderó del caso. Solo por algún intersticio de su entorno, dejaron trascender que Silvia Melgarejo se suicidó, ahorcándose. Cuando quisimos ahondar en este punto, recibimos la misma respuesta: “no sabemos nada, sabemos que falleció, pero no sabemos cómo y por respeto a la familia no queremos aparecer dando precisiones”. Silvia hacía un tiempo que no trabajaba, estaba de carpeta psiquiátrica (algunas fuentes aseguran que le habían dado de alta) y a pesar de ser una concurrente con asistencia perfecta a todas las asambleas docentes, en la última del martes anterior, no estuvo presente.
Hay un profundo dolor en el ámbito docente de la provincia, pero este caso es prácticamente un símbolo de los tantos símbolos que han existido en Santa Cruz por falta de atención médica, seguimiento, asistencia especializada, de abandono, desidia y responsabilidad de un Estado ausente, que no puede (o no quiere) ocuparse de los trabajadores, a quienes no solo perjudica con el congelamiento salarial, sino que los abandona toda vez que no hace los aportes a la Caja de Servicios Sociales, por lo tanto médicos, clínicas, farmacias y especialistas cortan los servicios a los afiliados, a quienes, religiosamente, el Estado les descuenta mes a mes de sus magros sueldos los aportes que no aparecen en la asistencia social o desvían los fondos para vaya a saber qué otra causa más trascendente para la gobernadora, que la vida de un maestro o un trabajador público.
En el 2015 otro símbolo de esa desidia y abandono de personas, estuvo personificado en otro maestro, también querido por toda la comunidad docente y recordado como “amigo hasta de los enemigos”, nos referimos al profesor de Educación Física de Pico Truncado José “el negro” Bravo, quien fue diagnosticado con leucemia linfoblástica aguda de células B y derivado por la obra social provincial, Caja de Servicios Sociales con urgencia al Sanatorio Trinidad Mitre en Buenos Aires. Luego de someterse los primeros meses a un intenso tratamiento de quimioterapia, sus médicos decidieron en octubre la necesidad de un trasplante de médula ósea. Esa era su única salida. El gremio institucionalmente le solicitó al gobierno provincial, que a través de la CSS se hiciera cargo de la costosa intervención, habida cuenta que en eso le iba la vida al docente. El sindicato llegó a interponer un Amparo. El Estado siguió ausente y Bravo falleció.
Derechos de algunos humanos
Kirchner, que nunca creyó ni se preocupó por los Derechos Humanos mientras estuvo en Santa Cruz, ni bien llegó a la presidencia creó en esta provincia la Secretaría de Estado de DDHH, un organismo absolutamente inútil para defender los derechos consagrados de la gente, sino más bien, armado y articulado para ser un órgano burocrático más, donde anidan asalariados (caros) que pagan los habitantes de esta provincia, sin recibir la mínima atención de parte de las autoridades, a menos, claro, que sea un “cuadro político”, “del palo” o represente los intereses del kirchnerismo a nivel nacional (Hebbe de Bonafini, Milagro Sala, etc).
Jamás el anterior y el actual Secretario de Estado de los DDHH, Horacio Pietragalla, se acercaron para defender el derecho de los habitantes de la provincia. Tampoco, tanto en los casos de Bravo como el de Melgarejo y muchos otros anteriores, se preocupó por conocer los motivos y el contexto en que murieron estos docentes, intimar al Estado por el incumplimiento de sus obligaciones o denunciar el abandono de persona que hizo en cada caso.
Pietragalla hoy estuvo muy ocupado en dar una charla en la Escuela de Policía de la provincia, sobre lo que filosóficamente implica ser derecho y humano, lugar donde se están formando los cadetes de la Fuerza de Santa Cruz. Es el mismo Pietragalla que en diciembre de 2016, se fue a Jujuy para darle “apoyo” a Milagros Sala y en el tumulto que se armó en el acceso al Tribunal, comenzó a golpear indiscriminadamente a la policía que cumplía órdenes en el acceso a la sala.
Mañana, alentados por el espíritu reivindicatorio de los Derechos Humanos que el kirchnerismo nunca conoció hasta después del 2003 y mediando un abultado caché que pagaremos todos los habitantes de Santa Cruz, a través del impuestazo dispuesto por Alicia Kirchner en el 2016, llega a Río Gallegos Víctor Hugo Morales quien junto a Pietragalla debatirán para el público de esta provincia y nos ilustrarán sobre los derechos humanos de los años 70 (olvidándose de los actuales) y escracharán a todos aquellos que ellos crean lo hayan violado.
Mientras todo esto ocurra, tres hijos destrozados por el suicidio de su madre y una familia sin contención ni asistencia, velarán a una mujer que necesitaba ayuda a tiempo y no la tuvo; como el profesor Bravo y tantos otros.
Ojalá, Pietragalla y Víctor Hugo se enteren que los Derechos Humanos son universales y no selectivos ni partidarios. O tal vez Cristian, hoy de 12 años, se los pueda enseñar en el futuro, cuando comprenda que su maestra murió porque nadie la contuvo, ni la monitoreó, ni la atendió y vaya a saber, hasta tal vez, descubra que desde el CPE (Consejo Provincial de Educación) pensaron que la “carpeta psiquiátrica” que Silvia arrastraba penorsamente, “era una más de las agachadas de maestros que no quieren laburar”. (Agencia OPI Santa Cruz)
Cristian de 12 años, llegó corriendo desde su habitación y parado en la puerta de la cocina, sorprendió a su madre que preparaba tranquilamente el almuerzo, porque hoy es un día más de paro docente y su hijo no tiene clase. El niño, visiblemente afectado, sorprendido y con los ojos muy abiertos, se dirigió a ella con el tono incrédulo de quien da una noticia que no quiere dar o espera del otro lado una respuesta reparadora, de aquellas tipo “¡ah, es mentira, son pavadas que están tirando por Facebook”. Pero no. La madre, lejos de desmentirlo, detuvo sus quehaceres, lo miró azorada y soltó un “¡no te puedo creer!”.
Desde el vano de la puerta, donde el chico apoyaba sus manos por encima de los hombros, como sosteniendo el marco para que no se le cayera encima como se le había caído el mundo, segundos antes, le anunció a su madre: ¡Mamá! Se suicidó mi maestra.
La información descarnada, dura, minimalista, sin contexto y sin más explicaciones, Cristian la había extraído de las redes sociales. Aquella herramienta tan maravillosa como anárquica, que está al alcance de todos y nos brinda información anónima, recortada, acotada y sin ninguna explicación, en muchos casos. Allí, tras un cartel combativo de los docentes de Santa Cruz, en una de las tantas marchas, protestas y reclamos que acompañó a lo largo de su vida docente, posaba Silvia Melgarejo, maestra de la Escuela Nº 61 y de la 91 del Barrio San Benito de esta capital. Un decrépito y brutal anuncio al pie de la fotografía, decía “La docente Melgarejo se quitó la vida”.
Docente, esposa, madre, hija, hermana, amiga, ciudadana de un país y habitante de una provincia. Una persona más que no se agota en un título o en su círculo de pertenencia; es una vida concreta y valorable, con todo el valor que implica una vida. Y más aún lo implica para un niño de 12 años, si la vida que se apaga, es de su maestra.
Silvia Melgarejo, de acuerdo a los datos que hemos podido averiguar de su entorno inmediato, era una mujer normal, con los problema de cualquier mujer trabajadora tal vez magnificados por su personalidad y cuestiones de orden familiar y personal por la que todos atravesamos; madre de 3 hijos, uno de ellos docente (profesor de Educación Física) y dos más, el más pequeño, aún adolescente. Sus compañeros la recuerdan como alguien “con mucha polenta”, combativa en las causas docentes y no pocos resaltan su entrega a los niños, entre quienes hacía de madre y maestra. Fue una férrea militante de las causas sociales y de acuerdo a la descripción que de ella hizo su amiga “era una apasionada que contagiaba y nos empujaba a pelear por las cosas que nos preocupaban tanto desde la docencia, como desde lo social”. Otras de las frases que nos dejó una de sus amigas fue “Tenía una empatía especial con los chicos y era de las maestras que se preocupaban por la familia y los problemas que transmitían los alumnos. Ella no dudaba en llevarlos en su auto a sus casas, en interactuar con los padres y era un verdadero “imán” con cada alumno que le tocó atender en todas las escuelas donde impartió clases”.
Silvia Melgarejo fue maestra de 5º y 7º grado en la Escuela Nº 61 y en la Nº 91 del Barrio San Benito de esta ciudad. Su entorno la señala como alguien muy comprometida con la realidad social y de hecho siempre eligió establecimientos en los barrios más vulnerables. “Era muy proactiva, atenta con las familias y estaba muy cerca de los niños que la amaban”, describió una de sus compañeras. Su solidaridad no solo la demostró con sus compañeros de ADOSAC, sino que también lo hizo con los trabajadores no docentes de ATE, cuando éstos tomaron la escuela del San Benito donde ella se desempeñaba frente al grado y allí permaneció con ellos.
Cuando los docentes llegaron frente a la Legislatura el año pasado, Melgarejo fue una de las manifestantes afectada por el polvo contraincendio que tiraron desde el interior del edificio los encargados de la seguridad, acción ordenada por Pablo González, el Vicegobernador y Presidente de la Cámara de Diputados, quien no quería permitir el ingreso de los docentes a la sesión. Fue ella, también, quien (por decisión propia) se encadenó frente al Consejo Provincial de Educación, en medio de las protestas del año 2016 y concurrió a todas y cada una de las marchas que se hicieron, habiéndose destacado durante la larga lucha que el sector mantuvo en Santa Cruz en el año 2007.
“Era una persona muy presente en todo, una verdadera maestra y una notable compañera”, fue la definición que dieron sus colegas docentes.
Adiós a la Maestra
La noticia se conoció esta mañana, pero el hecho, que aún está bajo investigación, ocurrió anoche en el domicilio de la docente Guadagnini al 300 de Río Gallegos, cuando uno de sus hijos se encontró con el triste y desesperante cuadro de su madre muerta.
Inmediatamente se produjo la reacción en cadena por las redes sociales, que distribuyen las noticias recortadas, exiguas imprecisas e inexactas, como anuncios fatales, sin más explicación ni contexto con lo cual deja a quien la recibe, en medio de la incertidumbre, la ansiedad por saber más y la desesperación por la información que no posee. Inmediatamente comenzaron a sonar los teléfonos y los grupos de Wasap se llenaron de mensajes con signos de preguntas. No había respuestas ciertas. Todas especulaciones. El silencio se apoderó del caso. Solo por algún intersticio de su entorno, dejaron trascender que Silvia Melgarejo se suicidó, ahorcándose. Cuando quisimos ahondar en este punto, recibimos la misma respuesta: “no sabemos nada, sabemos que falleció, pero no sabemos cómo y por respeto a la familia no queremos aparecer dando precisiones”. Silvia hacía un tiempo que no trabajaba, estaba de carpeta psiquiátrica (algunas fuentes aseguran que le habían dado de alta) y a pesar de ser una concurrente con asistencia perfecta a todas las asambleas docentes, en la última del martes anterior, no estuvo presente.
Hay un profundo dolor en el ámbito docente de la provincia, pero este caso es prácticamente un símbolo de los tantos símbolos que han existido en Santa Cruz por falta de atención médica, seguimiento, asistencia especializada, de abandono, desidia y responsabilidad de un Estado ausente, que no puede (o no quiere) ocuparse de los trabajadores, a quienes no solo perjudica con el congelamiento salarial, sino que los abandona toda vez que no hace los aportes a la Caja de Servicios Sociales, por lo tanto médicos, clínicas, farmacias y especialistas cortan los servicios a los afiliados, a quienes, religiosamente, el Estado les descuenta mes a mes de sus magros sueldos los aportes que no aparecen en la asistencia social o desvían los fondos para vaya a saber qué otra causa más trascendente para la gobernadora, que la vida de un maestro o un trabajador público.
En el 2015 otro símbolo de esa desidia y abandono de personas, estuvo personificado en otro maestro, también querido por toda la comunidad docente y recordado como “amigo hasta de los enemigos”, nos referimos al profesor de Educación Física de Pico Truncado José “el negro” Bravo, quien fue diagnosticado con leucemia linfoblástica aguda de células B y derivado por la obra social provincial, Caja de Servicios Sociales con urgencia al Sanatorio Trinidad Mitre en Buenos Aires. Luego de someterse los primeros meses a un intenso tratamiento de quimioterapia, sus médicos decidieron en octubre la necesidad de un trasplante de médula ósea. Esa era su única salida. El gremio institucionalmente le solicitó al gobierno provincial, que a través de la CSS se hiciera cargo de la costosa intervención, habida cuenta que en eso le iba la vida al docente. El sindicato llegó a interponer un Amparo. El Estado siguió ausente y Bravo falleció.
Derechos de algunos humanos
Kirchner, que nunca creyó ni se preocupó por los Derechos Humanos mientras estuvo en Santa Cruz, ni bien llegó a la presidencia creó en esta provincia la Secretaría de Estado de DDHH, un organismo absolutamente inútil para defender los derechos consagrados de la gente, sino más bien, armado y articulado para ser un órgano burocrático más, donde anidan asalariados (caros) que pagan los habitantes de esta provincia, sin recibir la mínima atención de parte de las autoridades, a menos, claro, que sea un “cuadro político”, “del palo” o represente los intereses del kirchnerismo a nivel nacional (Hebbe de Bonafini, Milagro Sala, etc).
Jamás el anterior y el actual Secretario de Estado de los DDHH, Horacio Pietragalla, se acercaron para defender el derecho de los habitantes de la provincia. Tampoco, tanto en los casos de Bravo como el de Melgarejo y muchos otros anteriores, se preocupó por conocer los motivos y el contexto en que murieron estos docentes, intimar al Estado por el incumplimiento de sus obligaciones o denunciar el abandono de persona que hizo en cada caso.
Pietragalla hoy estuvo muy ocupado en dar una charla en la Escuela de Policía de la provincia, sobre lo que filosóficamente implica ser derecho y humano, lugar donde se están formando los cadetes de la Fuerza de Santa Cruz. Es el mismo Pietragalla que en diciembre de 2016, se fue a Jujuy para darle “apoyo” a Milagros Sala y en el tumulto que se armó en el acceso al Tribunal, comenzó a golpear indiscriminadamente a la policía que cumplía órdenes en el acceso a la sala.
Mañana, alentados por el espíritu reivindicatorio de los Derechos Humanos que el kirchnerismo nunca conoció hasta después del 2003 y mediando un abultado caché que pagaremos todos los habitantes de Santa Cruz, a través del impuestazo dispuesto por Alicia Kirchner en el 2016, llega a Río Gallegos Víctor Hugo Morales quien junto a Pietragalla debatirán para el público de esta provincia y nos ilustrarán sobre los derechos humanos de los años 70 (olvidándose de los actuales) y escracharán a todos aquellos que ellos crean lo hayan violado.
Mientras todo esto ocurra, tres hijos destrozados por el suicidio de su madre y una familia sin contención ni asistencia, velarán a una mujer que necesitaba ayuda a tiempo y no la tuvo; como el profesor Bravo y tantos otros.
Ojalá, Pietragalla y Víctor Hugo se enteren que los Derechos Humanos son universales y no selectivos ni partidarios. O tal vez Cristian, hoy de 12 años, se los pueda enseñar en el futuro, cuando comprenda que su maestra murió porque nadie la contuvo, ni la monitoreó, ni la atendió y vaya a saber, hasta tal vez, descubra que desde el CPE (Consejo Provincial de Educación) pensaron que la “carpeta psiquiátrica” que Silvia arrastraba penorsamente, “era una más de las agachadas de maestros que no quieren laburar”. (Agencia OPI Santa Cruz)
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