y bromas que revelan mucho más sobre el pensamiento de quien las hace que mil palabras dichas con intención seria. Algo así ocurrió en 2005.
"Hoy estamos apretando a los periodistas", decía el 7 de junio un aviso oficial con letras catástrofe firmado por la Secretaría de Prensa bajo el gobierno de Néstor Kirchner para conmemorar el Día del Periodista. A la insólita afirmación le seguía un paréntesis con tipografía más chica que remataba en clave, digamos, humorística: ".con un fuerte abrazo". En su momento ese saludo a los periodistas resultó ofensivo. Fue muy polémico. Al banalizar las quejas que ya existían por el desprecio del gobierno a la prensa crítica el kirchnerismo confirmaba que la forma de hablar sobre algo tan delicado como apretar periodistas tenía un subtexto inquietante.
Otro 7 de junio Cristina Kirchner , quien venía de tratar por cadena de "cuasimafioso" al eximio Hermenegildo Sabat por una caricatura que no había sido del agrado presidencial, decidió hacerles su propio saludo a los periodistas. Se le ocurrió entonces explicar qué se conmemora el 7 de junio: según ella, la aparición de la Gaceta Mercantil. Es decir, del gran periódico rosista, un periódico de la época en que más brutalmente se anuló la libertad de prensa y se mandó al exilio a unos cuantos escribas que pretendían criticar al poder.
La presidenta Kirchner había querido nombrar, seguramente, a la Gaceta de Buenos Ayres, pero por algún motivo justo fue a confundirse a Moreno con Rosas. Luego se supo cuál había sido el motivo. Otro 7 de junio, ya en 2013, ella ventiló el embrollo que tenía -o tiene- sobre el particular. "Aunque no lo crean -tuiteó- por decreto (orden) del 2 de junio la Primera Junta de Gobierno creaba el periódico La Gazeta de Buenos Ayres. Y pensar que muchos de los que hoy escriben en los medios están convencidos de que ser periodistas es ser opositores. ¿Qué cosa, no?".
Devota de cuanto anacronismo haya para usar la historia en respaldo de sus consignas políticas de ocasión, la ex presidenta no se esmeró, desde luego, por observar que en 1810 existía un gobierno revolucionario y en cambio no habían aparecido aún el periodismo profesional ni la democracia ni la Argentina y que el valor de la Gaceta de Buenos Ayres se refiere a su línea patriótica, condensada en la decisión de darle a conocer "al pueblo" las decisiones del gobierno patrio y discutir las ideas modernas llegadas de Europa.
Los Kirchner, siempre obsesionados en hablar sobre periodistas pero nunca dispuestos a hablar con periodistas, tenían severas dificultades para entender qué es y cómo funciona el periodismo. El modelo santacruceño que ellos mismos modelaron era comarcal, feudal, tosco, sumiso, antagónico con un profesionalismo que en Río Gallegos era más bien escaso. Ese modelo, en el que se torcía lo publicado con dinero aplicado sobre empresarios formato Rudy Ulloa, les funcionó en la reducida escala patagónica, pero transportado al país se resquebrajó ni bien aparecieron ante sus ojos cosas nuevas, como los periodistas profesionales y el complejo mundo de los medios de comunicación. Al querer dominar a unos y otros sin siquiera terminar de entender del todo cómo ambos interactúan (relación, desde ya, que no es confortable ni sencilla), y al mezclar el tema con la concentración empresaria, el kirchnerismo produjo un estropicio considerable. Y eso sin contar el objetivo solapado de armar un aparato partidista con fondos públicos.
Hay quienes luego de reconocer, por ejemplo, que las persecuciones a periodistas y a Clarín fueron negativas, sostienen que el revoltijo que armaron los Kirchner con periodistas y medios sirvió para que nadie más consuma verdades cerradas sin cuestionar a quienes las emiten, o para que los periodistas bajen del pedestal, cosas por el estilo. Como si se dijera "se llevaron todo por delante, pero ayudaron a pensar, porque antes la gente consumía los medios pero no pensaba".
Si fuera cierto que "la década ganada" dejó a la prensa sin paradigmas no habría mucho para festejar. ¿Voltear paradigmas a cambio de sembrar conciencia? Pero tampoco es exactamente así. El resquebrajamiento de los paradigmas periodísticos, que por cierto existe, es un fenómeno mundial que no está sólo relacionado con el cuestionamiento al poder mediático sino también con las nuevas tecnologías, Internet, la fusión de información y entretenimiento, el individualismo y distintos fenómenos en los que la letra K no aparece.
¿Y entonces qué cambia para el periodismo la extinción del kirchnerismo en el poder? Que al acabarse la cruzada para aniquilar al periodismo profesional se terminó el esfuerzo de la sobrevivencia, que lamentablemente sumó distorsiones a un cuadro de por sí complicado. Ahora llegó el momento de mirarse las caras para encontrarse con muchos problemas que fueron soslayados mientras el periodismo profesional peleaba de la mejor manera que podía -a veces extraviando la brújula- para que no se lo llevase puesto un gobierno obsesionado con la idea de imponer un periodismo animado por militantes, que casualmente eran del partido oficial.
Este 7 de junio es un día feliz para los periodistas en tanto no hay más aprietes oficiales sistemáticos, ni irónicos ni concretos. No lo es, en cambio, en lo que se refiere a los daños colaterales del aparato paraestatal de medios que dejó a muchos periodistas en la calle y expandió las situaciones laborales precarias. Por lo demás, para disimular casos de falta de rigor informativo, insuficiente chequeo de datos, mal uso del idioma, enfoques superficiales, repetición de noticias, escrituras de baja calidad, para esconder, en fin, los defectos, ya no habrá amenazas externas que puedan servir de excusa. Es un Día del Periodista ideal para repensar el futuro sin miedo a que la profesión vaya a ser aplastada. la nacion
"Hoy estamos apretando a los periodistas", decía el 7 de junio un aviso oficial con letras catástrofe firmado por la Secretaría de Prensa bajo el gobierno de Néstor Kirchner para conmemorar el Día del Periodista. A la insólita afirmación le seguía un paréntesis con tipografía más chica que remataba en clave, digamos, humorística: ".con un fuerte abrazo". En su momento ese saludo a los periodistas resultó ofensivo. Fue muy polémico. Al banalizar las quejas que ya existían por el desprecio del gobierno a la prensa crítica el kirchnerismo confirmaba que la forma de hablar sobre algo tan delicado como apretar periodistas tenía un subtexto inquietante.
Otro 7 de junio Cristina Kirchner , quien venía de tratar por cadena de "cuasimafioso" al eximio Hermenegildo Sabat por una caricatura que no había sido del agrado presidencial, decidió hacerles su propio saludo a los periodistas. Se le ocurrió entonces explicar qué se conmemora el 7 de junio: según ella, la aparición de la Gaceta Mercantil. Es decir, del gran periódico rosista, un periódico de la época en que más brutalmente se anuló la libertad de prensa y se mandó al exilio a unos cuantos escribas que pretendían criticar al poder.
La presidenta Kirchner había querido nombrar, seguramente, a la Gaceta de Buenos Ayres, pero por algún motivo justo fue a confundirse a Moreno con Rosas. Luego se supo cuál había sido el motivo. Otro 7 de junio, ya en 2013, ella ventiló el embrollo que tenía -o tiene- sobre el particular. "Aunque no lo crean -tuiteó- por decreto (orden) del 2 de junio la Primera Junta de Gobierno creaba el periódico La Gazeta de Buenos Ayres. Y pensar que muchos de los que hoy escriben en los medios están convencidos de que ser periodistas es ser opositores. ¿Qué cosa, no?".
Devota de cuanto anacronismo haya para usar la historia en respaldo de sus consignas políticas de ocasión, la ex presidenta no se esmeró, desde luego, por observar que en 1810 existía un gobierno revolucionario y en cambio no habían aparecido aún el periodismo profesional ni la democracia ni la Argentina y que el valor de la Gaceta de Buenos Ayres se refiere a su línea patriótica, condensada en la decisión de darle a conocer "al pueblo" las decisiones del gobierno patrio y discutir las ideas modernas llegadas de Europa.
Los Kirchner, siempre obsesionados en hablar sobre periodistas pero nunca dispuestos a hablar con periodistas, tenían severas dificultades para entender qué es y cómo funciona el periodismo. El modelo santacruceño que ellos mismos modelaron era comarcal, feudal, tosco, sumiso, antagónico con un profesionalismo que en Río Gallegos era más bien escaso. Ese modelo, en el que se torcía lo publicado con dinero aplicado sobre empresarios formato Rudy Ulloa, les funcionó en la reducida escala patagónica, pero transportado al país se resquebrajó ni bien aparecieron ante sus ojos cosas nuevas, como los periodistas profesionales y el complejo mundo de los medios de comunicación. Al querer dominar a unos y otros sin siquiera terminar de entender del todo cómo ambos interactúan (relación, desde ya, que no es confortable ni sencilla), y al mezclar el tema con la concentración empresaria, el kirchnerismo produjo un estropicio considerable. Y eso sin contar el objetivo solapado de armar un aparato partidista con fondos públicos.
Hay quienes luego de reconocer, por ejemplo, que las persecuciones a periodistas y a Clarín fueron negativas, sostienen que el revoltijo que armaron los Kirchner con periodistas y medios sirvió para que nadie más consuma verdades cerradas sin cuestionar a quienes las emiten, o para que los periodistas bajen del pedestal, cosas por el estilo. Como si se dijera "se llevaron todo por delante, pero ayudaron a pensar, porque antes la gente consumía los medios pero no pensaba".
Si fuera cierto que "la década ganada" dejó a la prensa sin paradigmas no habría mucho para festejar. ¿Voltear paradigmas a cambio de sembrar conciencia? Pero tampoco es exactamente así. El resquebrajamiento de los paradigmas periodísticos, que por cierto existe, es un fenómeno mundial que no está sólo relacionado con el cuestionamiento al poder mediático sino también con las nuevas tecnologías, Internet, la fusión de información y entretenimiento, el individualismo y distintos fenómenos en los que la letra K no aparece.
¿Y entonces qué cambia para el periodismo la extinción del kirchnerismo en el poder? Que al acabarse la cruzada para aniquilar al periodismo profesional se terminó el esfuerzo de la sobrevivencia, que lamentablemente sumó distorsiones a un cuadro de por sí complicado. Ahora llegó el momento de mirarse las caras para encontrarse con muchos problemas que fueron soslayados mientras el periodismo profesional peleaba de la mejor manera que podía -a veces extraviando la brújula- para que no se lo llevase puesto un gobierno obsesionado con la idea de imponer un periodismo animado por militantes, que casualmente eran del partido oficial.
Este 7 de junio es un día feliz para los periodistas en tanto no hay más aprietes oficiales sistemáticos, ni irónicos ni concretos. No lo es, en cambio, en lo que se refiere a los daños colaterales del aparato paraestatal de medios que dejó a muchos periodistas en la calle y expandió las situaciones laborales precarias. Por lo demás, para disimular casos de falta de rigor informativo, insuficiente chequeo de datos, mal uso del idioma, enfoques superficiales, repetición de noticias, escrituras de baja calidad, para esconder, en fin, los defectos, ya no habrá amenazas externas que puedan servir de excusa. Es un Día del Periodista ideal para repensar el futuro sin miedo a que la profesión vaya a ser aplastada. la nacion
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